Época: Judaísmo
Inicio: Año 1900 A. C.
Fin: Año 2003

Siguientes:
Rey, corte y funcionarios
El sistema fiscal
Los ingresos del Templo



Comentario

Es opinión común de los historiadores que los antiguos israelitas no llegaron a tener un concepto de Estado, sino de pueblo unido por una misma religión. El hecho de que ocuparan una tierra de paso para muchos otros pueblos fue un factor condicionante de su cultura, que recibió numerosas influencias externas, como la egipcia, la helenística o la romana. Desde un punto de vista político el antiguo pueblo de Israel puede ser considerado como una comunidad regida por una teocracia, en la que la figura de Dios ocupa el lugar más prominente. Este hecho podría explicar lo tardío de la introducción de la institución monárquica con respecto al resto de los vecinos.
Los primeros estados nacionales en Siria y Palestina, como Amón, Edom y Moab, se formaron a finales del II milenio a.C. Se trataba de pequeñas monarquías electivas, cuyo sistema político sirvió de ejemplo a los israelitas cuando éstos decidieron instaurar su propia monarquía. Ya desde sus comienzos este sistema contó con la oposición del grupo sacerdotal, en especial del sacerdote Samuel. Los reyes de Judá e Israel y la institución monárquica fueron también atacados por los profetas Oseas, Ezequiel y Elías, así como el Deuteronomio. Incluso varios reyes fueron asesinados. De este clima contrario a la monarquía sólo se salva el reinado de David.

En consecuencia, el Estado de Israel fue efímero, probablemente debilitado por su propia estructura, con varias tribus unidas cuyo único elemento aglutinante es la religión y con una monarquía no dinástica.

Saúl, el primer rey elegido, fue con quien comenzó a asentarse un sistema político que sería seguido posteriormente: la sacralización del trono y la unión del monarca con la divinidad. En realidad, Saúl debe ser visto más como un caudillo militar, continuador de los Jueces, elegido por Yahvé para liberar a su pueblo. A pesar de su mando sobre las tribus, éstas mantuvieron su autonomía administrativa.

David, también rey carismático y ungido por Samuel, supone un cambio radical en la institución monárquica. David no fue elegido, sino aclamado por el pueblo, y con el Israel dejó de ser un Estado nacional para convertirse, al estilo del Egipto faraónico, en un aparato administrativo y burocrático.

Salomón, por último, da paso a su muerte a la división del reino en dos, Judá e Israel. Cuando ambos reinos fueron sometidos, la religión y las costumbres del pueblo israelita continuaron durante el cautiverio, sostenida por los clanes hebreos y dirigida por el consejo de ancianos y sacerdotes.